Cuando depositamos nuestras expectativas en la pareja es porque no somos autosuficientes y esperamos recibir todo de ella. Si tenemos la suficiente autoestima, estaremos ocupados en satisfacernos a nosotros mismos con nuestros logros. Esto hará que seamos menos exigentes con el otro y la pareja será más feliz, compartiremos las experiencias, nos interesaremos por escuchar acerca de lo que experimenta nuestro compañero o compañera. Será una relación nutritiva que se enriquecerá sin aburrimiento, esperando el momento de que al final del día compartamos las vivencias disfrutando de la aventura que cada uno vivió.
Si no lo hacemos culparemos al otro de nuestras insatisfacciones, problemas económicos o cualquier otra cosa que surja como pretexto.
Somos los únicos responsables de lo que no se ha logrado.
Si nos encontramos insatisfechos con nosotros mismos, tendremos la tendencia a controlar lo que hace o deja de hacer el otro.
Las discusiones seguramente serán reproches interminables esperando que el o ella “cambien” su manera de ser. ¡Infructuosa tarea! Solo podemos cambiarnos a nosotros mismos.
Podemos influir con el ejemplo, donde demostrando nuestra capacidad (sin competir) y siendo cada vez mejores, despertemos en nuestro cónyuge el deseo de superarse.
Debemos pensar en crecer juntos y esto se logra con la libertad. Liberándonos  y dejando que el otro sea libre sin presiones, ya que las mismas solo logran el efecto contrario.
Las nuevas habilidades que surgen del crecimiento personal nos dan seguridad y autoconfianza, que hace que confiemos en el otro y en su propia evolución.
Ese ser nuevo que surge de la libertad, nos posicionará  un eterno descubrimiento que encontrará el condimento para vivir enamorados.