Hay un poder interior que maneja lo que decidimos a cada paso. Actúa sobre lo que pensamos y lo que sentimos, en todos los momentos de nuestra vida.
Crea lo que lograremos, o lo que de lo contrario nos hará sentir impotentes.
Esto ocurre porque cuando funciona ese poder, es una orden directa al cerebro, que pone en marcha los mecanismos que se conectan con la mente universal, que es millones de veces más poderosa que la nuestra.
Hay una sola mente, que se conecta con el todo y simplemente, crea. No cuestiona si es bueno o malo para nosotros y para los demás.
Si estamos indecisos o confundidos, crearemos indecisión y confusión. Seguramente estaremos a la deriva, con resultados que atribuiremos al destino. No nos damos cuenta de que fue simplemente una orden sin claridad, que dependerá de otras órdenes y seguramente las mismas no serán para nuestro bien y nuestros deseos.
Las creencias que generamos, actuarán en la mente universal, trayendo exactamente lo que resulta de una verdadera orden. Tendrá tanta fuerza como cuando estamos totalmente convencidos de que algo ocurrirá.
Nuestras decisiones dependen de nuestras creencias.
Si nos sentimos culpables, vendrán los castigos. Si nos sentimos merecedores de algo, decidiremos actuar de manera de que se produzca el milagro, ya que somos hacedores de los mismos, justamente por ese poder que tenemos, absolutamente TODOS. No existe quien no lo tenga. La diferencia se da, en quien cree que lo tiene y quien no.
Aprender esto, es esencial para la vida y sobre todo para ser un ejemplo para nuestros hijos o para quienes nos rodean, que tal vez no conocen acerca de la fuerza que poseemos.
Si estamos en este nivel de conciencia, aprovechémoslo para mejorar el mundo, especialmente “nuestro  mundo”.