La química que genera la angustia, produce un estado que nos impide accionar, por varias razones, una de ellas es que estamos enajenados, inadaptados, en un mundo propio que dista mucho de ser lógico y solo escuchamos el diálogo interior. Por supuesto, el contenido de dicho diálogo, está cargado de culpas, dependencias, autopiedad y supuestas enfermedades, que se convierten en reales al somatizarlas.

La angustia nos convierte en inadaptados sociales y muchas veces se complica creando miedos, fobias, pánico, entre otros trastornos que inclusive se pueden combinar.

El temor al fracaso, a la muerte, al abandono, son algunos de los ingredientes de la angustia.

La imaginación de los angustiados, suele ser muy frondosa. Puede trasladarse a sus seres queridos, creando supuestas enfermedades, peligros y todo tipo de catástrofes.

Es como si el mundo fuera una permanente amenaza.

Si la angustia permanece un tiempo, puede convertirse en depresión y así nos aislamos, nos abandonamos. Aquí la cosa es seria, ya que se hace necesario el tratamiento psiquiátrico con medicación, que suprime los síntomas pero no resuelve el problema.

Debemos crear una fortaleza que impida que se instale la angustia. Ella necesita terreno fértil para desarrollarse.

Apenas aparece, debemos salir de ella antes que se quede a vivir en nosotros!!!!!!!

Todos podemos tener momentos de angustia, pero si somos fuertes y seguros, esta no será alimentada con los pensamientos que anteriormente mencioné, sino que por el contrario, haremos un esfuerzo y aunque no tengamos ganas, saldremos, buscaremos compañías gratas que nos hagan divertir y pensar en cosas positivas, nos ocuparemos en alguna tarea que nos guste, sin victimizarnos por la situación que vivimos.

En la inteligencia emocional se utiliza el término resiliencia, que es el poder de volver al equilibrio, a pesar de los golpes de la vida.